9/10/10

Inoportuno reencuentro

“Estamos tan presentes,
que el pasado no cuenta sin ser visto.
No somos lo escondido;
en el torrente de la vida estamos.”

Carlos Pellicer

El día era resplandeciente para mis ojos. Recuerdo que anhelaba aquel desplazamiento, significaba un desahogo, una oportunidad para exterminar esa opresión que me había impregnado la rutina. En un parpadeo, ya me encontraba en aquel aeropuerto, tan pequeño, episodio de sueños, deseos y huidas. El aguardo para partir me impacientó y empecé a recorrer aquel reducido lugar, estaba rodeado de tiendas ambiguas, arcaicas; nada me atrajo y decidí regresar a la sofisticada sala, y esperar sentada el abordaje, aparentemente cómoda de todo, hasta de sentimientos, parecía haber olvidado toda turbación.
Pasaron los minutos, mi cabello ondulado y oscuro empezó a danzar, gracias a una misteriosa corriente proveniente de alguna parte, que no me interesó averiguar. Después, inesperadamente el tiempo se detuvo, al sentir su mirada, si, era él, igual que ayer; ya habían transcurrido ocho o diez años de no saber de su existencia, el mar de la distancia y el olvido lo habían ahogado.
Parecía el mismo de ayer, de aquella adolescencia cuando lo conocí, lo noté más delgado, su piel más pálida, pero su sonrisa arrogante y su inseguridad escondida eran igual. Su voz melodiosa, empezó hablarme, comencé a disfrutarlo, los latidos de mi corazón alteraban mi pecho. Todo era como en el pasado, casi todo, sólo que sin intrusos, ninguna interrupción, ese momento que tanto ansiaba cuando aún usaba mi colorido vestuario de colegiala, eso que no fue posible en ningún lugar mágico antes, en donde estuve tan cerca del él, pero tan lejos.
Que cruel reincidencia… me había congelado, tal vez la soledad nos reencontró, a pesar de tantos tumultos vividos. Era un laberinto, no lo creí real, simplemente entendí que un primer amor nunca se va, que él nunca se fue, sólo se disfrazó de diferentes rostros, corazones, en quienes a lo largo de mi vida he buscado ser amada. Ya despojada de mi alma de niña, lo mire fijamente sin miedo, y me preparé para decirle todo lo que no pude decirle, todo ese amor que le tuve, y no estaba segura de llegar a esa palabra tan grandiosa, a lo mejor sólo fue un ideal, algo inexistente que le di vida en su persona. Vi su expresión tan marchita, que mis palabras se acabaron, me confesó su dolor, y por primera vez vi caer una lágrima sincera; pero el tiempo se iba acabando, mi vuelo y su vuelo se aproximaban. Se perdió entre la gente, sin decir adiós.
Siguió su camino de trotamundos, y ahora quien sabe cuál sería su próximo destino; yo continúo aferrada a mi mundo de letras incomprendidas, a ese universo del pensamiento que no me da aun una respuesta de mi existir. Nuevamente separados buscamos la felicidad, ya no lo extraño, sentí simplemente regocijo verlo, verlo realmente, ese instante fue como mil años en un día, fue lo único que necesitaba. Ahora sigo mi viaje, ya no a la nada, sino hacia un sentido de esta realidad que alimenta mi vida.